viernes, febrero 16, 2007

La excrementicia moral del fiscal Hernández: el aborto

Una expresión popular –“coger piedras para los más chiquitos”– alude, con indignación moral, la reprobable conducta de quien se ceba en el débil. Tiene también otras resonancias, otras connotaciones: la agresión a la persona en desventaja es inadmisible y quien la ejerce, cobarde.

Piedra para los más chiquitos cogió el fiscal Hernández cuando, para solapar su servilismo en el caso Peme, salió, Código Penal en ristre, a cerrar clínicas donde, según sus informaciones, se practican abortos. Médicos, enfermeras, conserjes y mujeres pacientes fueron arrestados en nombre de un intransigente cumplimiento de la ley que Hernández relativiza en beneficio de sus “compañeritos” sub júdice. Estrategia de marketing puesta en práctica apresurada y burdamente. Ya lo habíamos dicho: para los peledeístas, todos somos coprófagos.

Pudiéramos secundar aquí, renovando argumentos, el reclamo de las mujeres al derecho a decidir sobre sus vidas y las críticas –más que fundadas— a la intolerancia que azuza las fuerzas represivas del Estado contra quienes sostienen otros puntos de vista. La ocasión será siempre propicia porque el tema desnuda las hipocresías sociales dominicanas. Pero, de momento, nos interesa detenernos en la conducta del fiscal Hernández.

Establezcamos una comparación simple: en el caso del Peme, Hernández planteó que sólo ahora, y en el plazo de diez días, estudiará el añejo expediente. Empero, y son también sus palabras, “la minuciosa investigación” de las clínicas clausuradas duró cuatro meses. Esforzándose en demostrar la pericia de los investigadores y la irrefutabilidad de la imputación, cita las conclusiones de exámenes forenses realizados a las mujeres. Ergo, para él resulta más importante hacer cumplir el Código Penal en lo atinente al aborto de las pobres, que resarcir a la sociedad toda del crimen de corrupción representado por el Peme.

No olvidemos que las clínicas cerradas y las mujeres apresadas pertenecen a estratos sociales vulnerables, lo que asegura la impunidad de Hernández. Que en el país las mujeres abortan en número creciente cada año no es un secreto; lo dicen las estadísticas. Y salvo disociación patológica de la realidad, a nadie se le ocurre pensar que sólo las pobres interrumpen sus embarazos. Son, eso sí, las más indefensas frente a la arbitrariedad de gente que, como el funcionario de marras, sabe muy bien cuándo se debe equivocar.

¿Nadie ha susurrado al oído del fiscal Hernández que en las clínicas top de la Capital los abortos son intervenciones cotidianas? Y si nadie se lo ha dicho en la intimidad del despacho, ¿tampoco le ha llegado el rumor público que lo obliga a actuar como si ante sus ojos estuviera la denuncia formal del “delito”? Selectiva la investigación del fiscal, sin duda. ¿O temerosa de que lo pongan en su sitio?

El fiscal Hernández, con su discriminatoria incursión cuasi policial en las clínicas cerradas, violentó de manera flagrante un principio fundamental de la Constitución: la igualdad de todos los dominicanos y dominicanas ante la ley. Desde esa perspectiva, vulneró también los derechos ciudadanos y políticos de las mujeres, esos cuyo respeto garantiza la convivencia democrática y fortalece las instituciones. Con su acción, el fiscal se situó en la ilegalidad, haciéndose pasible de medidas coercitivas. No pasemos este aspecto por alto.

viernes, febrero 09, 2007

La excrementicia moral del fiscal Hernández: el Peme

Con la engañosa expresión de quien no ha roto nunca un plato, el fiscal del Distrito Nacional José Manuel Hernández Peguero declaró el pasado miércoles 9 que actuará contra los involucrados en el caso PEME “si encuentra las pruebas” que lo resguarden de “pasar vergüenza” jurídica. Lo dijo sin ruborizarse, sin que gesto alguno permitiera inferir, en su favor, que su cacareada “probidad” regurgitaba.

Dijo, también, y ante el silencio de los periodistas, que algunos documentos del expediente se han “traspapelado”. Quizá aquellos –no lo dude nadie— que le hubieran impedido hacerse el sueco frente a los sobrados indicios para acusar a los involucrados –que quieren ahora extinguido el caso— del uso de los dineros públicos a favor de sus planes políticos cuando estuvieron por primera vez en el poder.

Pero ¿cómo sabe Hernández que hay piezas “traspapeladas” si sólo a partir del plazo otorgado por el tribunal para presentar la acusación comenzó a “cotejar” ocho cajas de documentos? ¿Por qué no se ocupó antes de un caso que ha urticado tanto la epidermis peledeísta? ¿Acusará la Fiscalía "sin importar que sean compañeritos del partido”? Hernández parece estar convencido, como lo está la mayoría de sus jefes políticos, de que es este un país de subnormales, por no decir, en la versión en que tengo ganas de hacerlo, que es un país de coprófagos.

¿No fue acaso Leonel Fernández quien admitió haber optado, con el PEME, entre “pagar y pegar”? Un recurrido aforismo jurídico sentencia que “a confesión de parte, relevo de prueba”. Pero el fiscal necesita “estudiar” el incompleto expediente para saber si el uso de más de mil millones de pesos del erario público en esos menesteres es o no corrupción.

Al parecer, Hernández apostaba a que el tribunal declarara extinta la acción penal, como solicitó Abel Rodríguez del Orbe, ex procurador general de la República y defensor de Luis Incháusti, ejecutor del trabajo sucio en el Peme, petición secundada –¡chapó!— por los abogados del resto de los involucrados.

De haber acogido el tribunal la petición, el fiscal del Distrito hubiera podido lavarse las manos, seguir hablando sandeces sobre su intransigencia frente a la componenda, a la negociación que perpetúa la impunidad de políticos depredadores. Seguir hablando sandeces, también, contra la corrupción y a favor de la probidad y la transparencia, ese leitmotiv de pacotilla con el que los funcionarios se esfuerzan en seguir embobándonos. Y mejor todavía, hubiera ofrecido la coartada a la intromisión política del Ejecutivo en el ámbito del Ministerio Público. ¿Más decente y más honesto y más vertical y más independiente José Manuel Hernández Peguero que Máximo Aristy Caraballo? La respuesta no es difícil.

La moral del fiscal Hernández es excrementicia. Quizá esa condición le impide discernir si sus “compañeritos” son o no culpables de corrupción, aunque no le impida abusar de su poder contra médicos, enfermeras y hasta conserjes de clínicas donde las mujeres ejercen el derecho a decidir sobre sus cuerpos y sus vidas. Pero de esto hablaremos mañana.

martes, enero 30, 2007

La convención del PRD

La convención del PRD es diversa en sus consecuencias. No fue sólo la elección de un candidato presidencial. Fue mucho más. Fue, por ejemplo, la decantación de los perredeístas entre la propuesta ético-política de Milagros Ortiz Bosch y la propuesta pragmática de Miguel Vargas Maldonado, promesa y esperanza de retorno a un poder que, desde hace mucho tiempo, no exige otra estrategia que la de llegar a él. Y esta opción lo fue también del partido que quieren en lo adelante.

La convención fue organizativamente ejemplar en el más amplio y gozoso sentido de la palabra. Gracias a la Comisión Organizadora, sí, pero también a la atemperación de las pasiones que otrora despertaban y desbordaban los líderes en conflicto. Ya no se opta entre la socialdemocracia radical de Peña Gómez y las ambiciones inanes de cualquier otro; se elige a quien ofrezca mayores garantías de volver o conservar el poder, y la conciencia de ello hace razonables a las personas. Desideologizados, en el moderno y engañoso sentido del término, se preguntarán entonces los perredeístas de qué sirve enredarse en infecundas discusiones sobre la dimensión político-social de una candidatura. Porque ¿quién discute hoy sobre esas cosas, tan parecidas a la disputa escolástica sobre cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler? Infumable bizantinismo en este ¿hipermoderno? siglo XXI dominicano.

La convención logró asimismo, quizá sin proponérselo, remozar el liderato perredeísta. En uno y otro sector, los sempiternos dirigentes han quedado rezagados de un grupo de hombres y mujeres jóvenes que echaron la pelea por la candidatura preferida. Y que reclamarán ahora la primacía frente a quienes tienen como única credencial los antañones blasones de una historia en la que anclaron para siempre. Una historia que ya no le sirve a nadie. ¿Augurio de abandonar prácticas que han minado la fe ciudadana en la política y en los políticos? No es del todo seguro. En el pensamiento social y político, las jóvenes son las ideas, no quienes las sustentan.

La convención fue masiva. Sólo los cerriles adversarios del PRD osan poner en duda que en ella participaron casi ochocientos mil ciudadanos y ciudadanas convencidos de que decidían sobre la vuelta al poder, con propuestas o sin ellas. Decente y sosegada, proyecta del perredeísmo una imagen que desarma a muchos: el PRD no es ya el partido tumultuoso y pendenciero que sus adversarios desearían irredimible. Con esto tuvo que ver, y es mérito compartido, la altura de la campaña interna –que no debate, porque nunca lo hubo-.

Toca a Miguel Vargas Maldonado, entre otras urgentes y numerosas tareas, convertir en impronta lo que hasta ahora es sólo circunstancia. Ojalá se lo proponga y lo logre.

viernes, enero 26, 2007

Falacia palaciega

El Gobierno anunció el pasado lunes que invertirá RD$54 mil millones en educación y salud. Lo leí en la versión digital del periódico Hoy y, cinco segundos después, mi cerebro sufrió un cortocircuito. Si me atengo a la redacción de la información, Leonel Fernández desembolsará a favor de las carteras de esas áreas más de lo que les fue aprobado a ambas en el Presupuesto.

Lamentablemente, se trata de un fraude informativo. No digo que imputable al periódico, aunque sí a quienes sirvieron la noticia a reporteros cuya imaginación sufre de disfunción eréctil. Porque hay que padecer impotencia neuronal para no advertir que este “anuncio” es una estafa.

De haber sido reportera palaciega hubiera levantado tímidamente mi mano –no se puede ser enfático porque molesta al Poder-- para preguntar de dónde sale la multimillonaria suma para “priorizar los programas de modernización y reorganización de los centros de salud y el sistema educativo”. Y lo hubiera hecho por una razón casi pedestre: habiendo tanto dinero para gastar en Educación y Salud por qué, en esta democracia posmoderna, no se asignó por las vías institucionales, es decir, el Presupuesto.

La información es prolija en detalles sobre cómo se invertirá el dinero. Se busca hacer creer que el esfuerzo de esta asignación es una novedad parida por las brillantes mentes de quienes ahora dirigen la cartera. Sucede que el Art. 198 de la Ley de Educación establece que “El gasto público anual en educación guardará una proporción de hasta un 80% para gastos corrientes y al menos un 20% para gastos de capital…”. Es decir, la propia Ley orienta la distribución del gasto.

De los planes mencionados, uno en particular me llama la atención: el de financiar investigaciones sobre deserción, repitencia y transferencia escolar. Estudios de este tipo los hay en el país por montones y muy buenos casi todos. ¿Por qué la Secretaría no hace uso de ellos? Quizá porque ninguno ha pretendido descubrir América, que es probablemente a lo que aspira Alejandrina Germán. Constatan, desde diferentes perspectivas teóricas, lo que el sentido común también es capaz de percibir: que tras esos problemas existe uno mayor y determinante: la pobreza y la marginalidad.

Pero volvamos al principio. El titular periodístico que reza “Anuncian RD$54 mil millones para educación, salud”, se hace eco de una falacia. La secretaria de Educación no dijo nada que no fuera ya sabido. No habrá erogaciones imprevistas y magnánimas. De lo que allí se habló fue de las partidas presupuestarias aprobadas por el Congreso para Salud (RD$20 mil millones), Educación (RD$23 mil millones) y Educación Superior (RD$10 mil millones). Agréguele los picos correspondientes a cada suma y obtendrá el total “anunciado”.

En 1990, Lidio Cadet describió con una frase antológica los resultados electorales: “El mal comi’o no piensa”. Correligionaria de Cadet, no sería extraño que Alejandrina Germán la comparta. Y que por eso brindara en bandeja palaciega la reeleccionista guayaba.

miércoles, enero 17, 2007

¿Oró el país por el Cardenal?

Aunque es práctica vieja, no deja de asombrarme la facilidad conque los dueños del discurso público convierten la parte en el todo. Su plural no es el de la modestia, sino el mayestático. Soberanos de la opinión publicitada, pluralizan la primera persona para sentar su indiscutible autoridad. El yo pluralizado no es siquiera el nosotros, sino el todos rotundo de quien encarna el universo.

Al igual que ellos, los medios de comunicación padecen también de proclividad a la absolutización de la palabra, a la utilización de su poder de decir en la suplantación del resto. Aquí y en cualquier parte del mundo porque, pese a las cartas al director y los espacios marginales ofrecidos al público, los medios de comunicación son monologantes.

Los titulares del miércoles 16 de por lo menos dos periódicos matutinos contribuyen con mis opiniones. Convirtiendo la salud coronaria de Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez en interés prioritario de los dominicanos y dominicanas, el periódico Listín Diario afirma un su primera plana, y en titular a cinco columnas, que “El país está en oración por la salud del Cardenal”. Opinión reiterada en el primer párrafo de la información donde se dice que mientras el sacerdote espera el momento de entrar al quirófano, “el pueblo dominicano se une en cadena de oración por su salud.”

El cuarto párrafo es más cauteloso; ya no es el país sino “miles de personas” las que desde el lunes, cuando se supo la noticia, elevaron sus preces a Dios pidiéndole por él. Y agrega que desde el martes las parroquias dominicanas, puertorriqueñas y neoyorquinas están unidas a esta cadena orante, aunque la inclusión de las extranjeras no se justifique en dato fehaciente alguno. Citarlas no es inocente; obedece al deseo de hacernos creer que el personaje enfermo tiene importancia internacional.

¿Está el país en oración por López Rodríguez? No lo creo, salvo que el país sean sólo aquellos que oran por el Cardenal y no todos los hombres y mujeres que en él habitamos. Para comenzar, de ese país que alude Listín Diario habría que descontar los no católicos, los agnósticos, los ateos, los racionalistas, los cristianos de otras denominaciones, los satánicos, las abortistas, los homosexuales, los que no se han enterado, los indiferentes, los malévolos capaces de alegrarse de la desgracia ajena, los ignorantes, los insolidarios, los egoístas, los que lo odian, los que sin odiarlo no creen que merezca una plegaria, los que están tan apremiados por sobrevivir a su miserable día que no pueden permitirse el lujo de detenerse a pedirle a Dios ni por ellos mismos, los resentidos con los frecuentes, indiscriminados e insultantes exabruptos del purpurado… Paro de contar y sobra decir que la lista no es exhaustiva, aunque sí podemos suponerla tan numerosa que, puestos a competir por representatividades, permite conjeturar que el país no oró por López Rodríguez y que Listín Diario incurrió en desinformación.

En similar interpretación hiperbólica cae Diario Libre cuando afirma, también en su primer titular, que “La atención del país se centra en la operación a LR”. ¿Cuál es el país cuya atención es absorbida por el evento? No se define, se asume como una verdad revelada y, por tanto, dogmática. Leído con ojos seculares, el titular nos devela la semantización de la realidad. No manipulación, aclaramos, pero sí transformación del sentido, porque no hay manera alguna de constatar que el país tenga su atención puesta en los padecimientos cardenalicios.

Además, y en simple lógica matemática, si al todo le falta una de sus partes deja de ser todo. Podrá ser mayoría adjetivada a gusto, pero no totalidad. Rezaron y atendieron muchos, posiblemente muchísimos, pero otros también muchos, seguramente muchísimos, continuaron priorizando los problemas sociales que, esos si y sin discusión alguna, afectan a casi la totalidad de los dominicanos y dominicanas.

lunes, enero 08, 2007

¿Fomentar el libro? No me hagan reír

En este año dedicado por el Gobierno al fomento del libro y la lectura debemos los ciudadanos y ciudadanas exigir el derecho democrático a participar, con voz y voto libérrimos, en todo lo asociado al propósito. Primera y perentoria tarea será volver, para enmendarlo, al decreto emitido por un Presidente que exhibe su bibliomanía como Paris Hilton a Twinkerbell.

Si me preguntaran al respecto, votaría por sustituir a la omnipresente Margarita Cedeño, presentados todos los respetos debidos a su vicaria investidura. Los libros, incluso los malos libros, son un bien universal, un patrimonio humano, y quien se haya casado con separación de biblioteca me despierta suspicacias, por muy “mulata de infarto” que sea (la mulata dixit).

Aunque intelectual de reconocidas capacidades, tampoco José Rafael Lantigua debe ser comisionado. La razón es sencilla: un secretario de Cultura que no vela, desde abril de 2006, por la actualización de la página web de su Secretaría, no ofrece garantías de despertar el amor por la lectura en gente hasta hoy remisa al contacto con la palabra impresa. Además, ¿no es acaso dependencia de esa Secretaría la Editora Nacional? ¿Qué ha estado haciendo durante todo este tiempo? Quizá lo sepan los amigos escritores del secretario Lantigua. Preguntémosles a ellos.

De ser yo Alejandrina Germán, secretaria de Educación, no aceptaría la función encomendada. Temería que fuera humillación acrecentada en lugar de honor y reconocimiento. Porque incumplir la Ley de Educación, mermando las posibilidades de combatir la ignorancia, y encima pedirte que salgas a predicar la bibliofilia a estudiantes que no tienen dónde sentarse, es una burla mayúscula. Esto no es todo, pero basta para decir un rotundo ¡no! a la cínica designación.

La única permanencia que podría ser discutida es la de Roberto Reyna, rector de la UASD. Y no porque mantenga idilio conocido con los libros, sino porque podría aprovechar lo que suponemos aprendido en su frenético ir y venir por el mundo para aprovisionar, sin necesidad de malas artes, la fastuosa pero desnutrida biblioteca universitaria.

Al secretario de la Presidencia, que hasta principios de noviembre de 2006 fue Danilo Medina, no hay que pedirle que renuncie, porque ya lo hizo del cargo que tenía antes de que incluyeran al titular de su todavía vacante despacho entre los integrantes de la Comisión. ¿Lapsus cálami? Según Freud, traición del inconsciente. O más sencillamente, una de dos: el ausente sigue gravitando o el decreto fue encargo a tercero que buscó un modelo sabe Dios en cuál empolvada gaveta, prueba de la seriedad de las intenciones.

Por vergüenza propia y ajena, el resto de los comisionados debería solicitar al Presidente que los releve de compromiso tan artificioso e hipócrita y que no los exponga al ridículo con una pretensión cuya progenie balagueriana se nota a leguas.

Desierta la Comisión, habría que buscar quién la pueble. No funcionarios ni exhibicionistas “culturales”, sino gente vinculada a la educación por vocación y compromiso. Gente que no hable de trazar “tácticas y estrategias”, como si el libro y el conocimiento fueran campo de batalla. Gente que comprenda y a la vez le duela nuestro analfabetismo funcional generalizado y abogue por convertir la educación en prioridad insustituible. Gente que sepa que el lenguaje es lo que nos permite nombrar el mundo, y que una sociedad cuyos miembros tengan uno de los índices internacionales más bajos en el conocimiento de su idioma sólo puede volar a ras del suelo.

Gente, en definitiva, con genuina preocupación por el conocimiento, ése que siendo creación colectiva nos humaniza porque nos permite reconocernos en el otro y aceptarlo semejante. No la arrogancia que clasifica y descalifica, y entiende lo que llama "cultura" como posesión de elegidos que, magnánimos cuando quieren, arrean a la “gente común” en guaguas de la OMSA hasta el Teatro Nacional para escuchar a Nana Mouskouri.

Claro, una Comisión así no se dejará instrumentalizar para la propaganda, y resistirá el destino de brocha que aplique una nueva capa de barniz al esperpento de nuestra modernidad. Como la nombrada no merece crédito y una como la deseable es improbable, lo mejor será echar en el basurero el decreto que la forma. No encontrará mejor lugar.

martes, enero 02, 2007

Nada cambia pero...

Año nuevo, ¿vida nueva? No hay sortilegio que valga. La vida es un continuo, sobre todo la pública, y lo que fue el 31 de diciembre lo será el 1 de enero. Los precios más altos que hoy anuncian los periódicos son la consecuencia sin tránsito de la “rectificación fiscal” que no lograron doblegar razón ni argumento algunos. El Metro manda y avasalla toda lógica. La política es también la misma: sus actores beatifican la sonrisa para desearnos parabienes en los días postreros del año, pero si los miramos fijamente, como en un experimento visual, no tardaremos en ver los incisos draculianos que harán brotar, igual que siempre, borbotones de sangre de nuestras ciudadanas gargantas. Eso tampoco cambiará. Más allá de la isla, el ancho mundo ya no tiene a Sadam Hussein entre los suyos, pero la soga de su bien merecida horca no ha servido ni servirá para contener la hemorragia que desangra a Iraq, ni para borrar su memoria, ni para cambiar el curso de la historia iraquí.

También nosotros, hombres y mujeres, seguimos siendo los mismos que éramos antes de las doce campanadas de la medianoche del 31 de diciembre. Salvo eventos extraordinarios --es decir, que escapan a la normalidad-- nada cambia de manera sustancial en nuestras vidas. Nuestros pequeños desastres son cotidianos y no conmueven en absoluto, o conmueven tan poco que mejor no mencionarlos. Pero a diferencia de las sociedades, podemos fijarnos metas alentadas por la ideología ritualista del cambio de y en el tiempo. Algo así como un placebo: ni sana ni mata, pero nos ilusiona y esperanza.

Con la llegada de 2007, entonces, también yo me hago propósitos, invariablemente de enmienda porque la reincidencia es mi norma. No tengo caso. Y entre mis propósitos de este año está alimentar mi bitácora de manera regular, sin dejar que se formen lagunas como la que hay entre el 1 de septiembre de 2006 y el 2 de enero de 2007. Además, cambié el diseño e incluí foto y dos enlaces. Crónicas del abandono es un exorcismo necesario. Con mis ojos es la bitácora de María Isabel Soldevila, mi delfina, una de las más talentosas figuras del periodismo dominicano.

Hasta la próxima (que será pronto, lo prometo).